lunes, 9 de junio de 2014

Alfonso,

Para ver al hombre invisible y a la mujer invisible, basta con proponérselo... Nadie pone en duda, ni siquiera sus enemigos, que Alfonso Sastre es el más grande dramaturgo vivo de la lengua castellana, y su obra ensayística y narrativa no es menos importante que su producción teatral. Pese a ello, los poderes establecidos y las mafias mediático-culturales, que no le perdonan su irreductible honradez intelectual y su compromiso político, han conseguido convertirlo en el hombre invisible, como él mismo se ha autodenominado irónicamente en alguna ocasión. Y aún mayor, si cabe, es la invisibilidad a la que fue condenada su compañera, Eva Forest, que con su imprescindible obra -tanto literaria como editorial- y el admirable ejemplo de su implicación personal en innumerables batallas, sigue inspirando a quienes luchan por un mundo libre, igualitario y fraterno. Hace siete años que murió Eva y Alfonso acaba de cumplir ochenta y ocho, y hoy más que nunca merecen que hagamos todo lo posible para que este no sea un año más de invisibilidad y olvido. Si las numerosas personas del mundo de la cultura y la comunicación que conocemos su valía y admiramos su valor, unimos nuestras fuerzas para difundir sus obras y prolongar su lucha, podemos romper la barrera de silencio levantada a su alrededor por quienes tienen miedo de la verdad, sobre todo si va acompañada de la belleza. Leamos y demos a conocer sus libros, representemos sus obras de teatro, recitemos sus poemas, recordemos sus numerosas hazañas políticas y culturales, escribamos sobre ellas… Para ver al hombre invisible y a la mujer invisible, basta con proponérselo. Es más, basta con que algunas personas nos lo propongamos seriamente para que muchas los vean de nuevo, o por primera vez. Alfonso Sastre y Eva Forest se lo merecen tanto como lo necesita nuestra maltrecha cultura. No es necesario dirigir ningún potente foco hacia sus obras, puesto que brillan con luz propia: para ver a la mujer y al hombre invisibles en todo su esplendor, basta con no mirar hacia otro lado. C.Frabetti

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