miércoles, 15 de enero de 2014

Sergio Minué Lorenzo

"Las políticas de austeridad llevan aplicándose en gran parte del mundo desde el inicio de la crisis económica de 2008, hace ya un lustro. Su mantenimiento parece estar justificado, según sus principales impulsores, por ser un factor indispensable para conseguir la recuperación económica de los países en crisis. La política europea en esta materia sigue dichos dictados, aplicada casi sin discusión por la práctica totalidad de sus países miembros. Existen, sin embargo, dudas razonables de su efectividad, reiteradamente argumentadas por expertos de la talla de Paul Krugman o Joseph Stiglitz1, ambos premios Nobel de Economía. De hecho, la deuda aumentó del 37% en 2007 al 98,9% en 2013, a pesar de la aplicación de dichas políticas.

Pero al margen de la discusión sobre su efectividad como estrategia económica, la austeridad está teniendo efectos significativos sobre la salud de las personas y la población.

Stuckler y Basu han sintetizado bien cuáles están siendo las consecuencias de las políticas de austeridad2. En España, el paro ha alcanzado a casi el 27% de la población activa en 2013 (más de 4.700.000 personas), cerca del 57% en jóvenes. Alrededor de 400.000 familias han perdido sus viviendas desde 2007, y más de 259.000 empleos del sector público han desaparecido. Como bien señalan ambos investigadores, el verdadero peligro para la salud no es la existencia de una recesión (un fenómeno económico recurrente), sino las políticas de austeridad, porque los recortes en los sistemas de protección social inevitablemente tienen repercusiones en la salud. La evaluación de las políticas llevadas a cabo en la antigua Unión Soviética en la década de 1990 demuestra que los procesos de privatización masiva redujeron la esperanza de vida en más de 2 años, derivada del incremento de los suicidios, de las muertes por enfermedad cardiovascular o de las derivadas del consumo de alcohol. Así mismo, se ha demostrado la correlación entre la falta de seguro sanitario y el aumento de la mortalidad, calculándose en 45.000 el número de estadounidenses que mueren cada año por falta de seguro3. Pero, como señalan Stuckler y Basu, para muchos el pago de la deuda es un imperativo inexcusable, al margen de su coste en términos humanos".
Sergio Minué Lorenzo.

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