miércoles, 11 de agosto de 2010


En Verano las palabras sobran, aveces caen por su propio peso como gotas de sudor, y se evaporan en el escote, entre el canalillo o la espalda.
Nada como el Invierno, con esos discursos soporíferos que huelen que alimentan, olor a crisis, a mal tiempo, a frío como nunca se sintió, a nieve como nunca hubo o a paraguas olvidado.
El Verano, es dado al chascarrillo, al chisme, la exageración y el engaño, a una palabra quemada por el sol, que bebe de botijo, una palabra que bosteza.
Osea, discurso que se evapora.

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