sábado, 22 de agosto de 2009

Sobre la paz, Alfonso Sastre


"Hay un temblor perceptible -quizá de miedo- en la escritura de La paz perpetua, de Kant. En momentos como los que vivimos, cuando tantos son los intelectuales que adoptan un papel único, el magisterio de Kant se presenta con nuevos y más complejos relieves, y su valor civil se nos impone -por lo menos a mí- como un modelo ético que, a fin de cuentas, me reconcilia con la aridez de este hombre -como persona y como prosa-, y no puedo por menos de quitarme la gorra (o la txapela, con perdón) ante su pensamiento, frente a tanto gracioso, florido y hasta, a veces, sinvergüenza grafómano como hoy campea en el panorama cultural español, en el que tanto y con tanta fidelidad se está reproduciendo en los últimos años, en un intento más o menos inconsciente o involuntario de legitimarlo, el pensamiento policiaco de la realidad.

Esto, por lo que a los intelectuales españoles de hoy, con contadas excepciones, se refiere. En cuanto a los políticos, a la medida de los españoles de hoy parecen escritos no pocos pasajes de La paz perpetua. Por ejemplo, cuando Kant nos dice que "estos hábiles políticos se ufanan de poseer una ciencia práctica; pero lo que tienen es la ciencia de los negocios". A ellos "toda constitución vigente les parece perfecta". "El honor político a que aspiran es el engrandecimiento del poder por cualquier medio que sea". "Tributan a la idea del derecho todos los honores convenientes, sin perjuicio de inventar mil triquiñuelas y escapatorias para eludirlo en la práctica". "Lo que ellos defienden no es el derecho, sino la fuerza", y, en fin, "será bueno", escribe Kant, "descubrir el artificio con que engañan a los demás y se engañan a sí mismos, y manifestar claramente cuál es el principio supremo sobre el que se funda la idea de la paz perpetua". La cual sólo puede ser, para Kant, el efecto de un verdadero pacto entre los pueblos. Pues se trata, ni más ni menos, de "aniquilar y borrar por completo las causas existentes de la futura guerra posible". Lo mismito, lo mismito que las medidas político-policiacas que oímos preconizar cada día a través de nuestros -¿de quién?- medios de comunicación, es un decir".

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